viernes, 14 de febrero de 2014

El Amor. Feliz fin de semana.

¡¡Hola a tod@s!!

¡¡Feliz día de San Valentín!! y felicidades a los "Valentines y Valentinas" y a los enamorados y enamoradas.

El amor... ¿Que es el amor?, ¿Es un sentimiento?, ¿Es una emoción? Mucho se ha escrito a lo largo de la historia, hay millones de definiciones en libros, canciones, internet y otros medios.

El amor... ¿Es lo que das o lo que recibes o ambas cosas? ¡Uff! esto daría para escribir un libro ¿verdad?

Seguramente para cada uno de nosotros puede significar una cosa diferente, te propongo una reflexión para el fin de semana. Tómate unos minutos para preguntarte que es para ti el amor, indistintamente si crees que estás enamorado/a o no. ¿El amor solo existe si tienes pareja?¿No es amor lo que sientes hacia otras personas? incluso ¿no es amor lo que sientes hacia tu mascota, perro, gato, etc.? 

Indistintamente que estés de acuerdo o no con la celebración de este día, si lo inventó El Corte Inglés con fines comerciales  o si tienes pareja o no, si hay una cosa que tenemos todos en común y es que todas las personas, nos gusta sentirnos amadas, nos gusta recibir amor, independientemente de  quien y de donde venga.

¿Que es para ti el amor?, ¿No es sentirte querido o querida, amado o amada?, ¿No es saber que los demás o alguien en especial se preocupa por ti, que intenta hacerte feliz?. Cuando alguna vez he leído alguna definición de amor o alguna explicación, es sorprendente que la mayoría  de definiciones lo definen como un estado idílico, casi perfecto en  el que miles de mariposas revolotean en tu estómago y llueve felicidad por doquier.

Sin intención de querer tener razón, ni que ser cierto lo que yo opino, o sea que puedo estar equivocado, para mi el amor e insisto es solo mi opinión personal, es mucho más que ese estado temporal de nerviosismo, cosquilleo, mariposas y perdón por la expresión, ese atontamiento infantil, etc., etc. 

Hace unos días comentábamos con mi buen amigo Pepe Cabello, una frase brutal que le dijo una vez un señor a su mujer, le dijo algo así: 
Cariño, no te "necesito" para nada, pero me "gustaría compartir contigo" el resto de mi vida.
Esta frase, dio para un ratito de debate según la interpretó cada una de las personas que allí estábamos, pero mi lectura es clara, no depende de la otra persona, podría vivir sin la otra persona, por lo que no vive por interés, pero si desea compartir el resto de sus días con la otra persona, creo que es un claro ejemplo de amor.



Para mi el amor es cuando das lo mejor de ti sin pedir nada a cambio, es cuando respetas al otro aún cuando hace o dice cosas que a ti no te gustan o no compartes. Cuando estás a gusto con una persona  en cualquier momento y en cualquier circunstancia, cuando la escuchas sin juzgarla, cuando la entiendes y empatizas en sus buenos y en sus malos momentos, cuando aceptas sus críticas sin rencor, cuando la sinceridad y la verdad están por encima de todo, cuando la fidelidad no resulta ser un esfuerzo, cuando la comprensión llega hasta límites insospechados, cuando lo compartes todo aunque todo sea casi nada, el amor es un estado emocional de felicidad y alegría, pero no exento de conflictos o problemas, no es todo idílico y sub-realista, claro que con la persona amada también puede haber desacuerdos, claro que ciertas cosas pueden llegar a molestarnos, por eso el amor no solo es pasión, también es respeto, es perdón, es comprensión y es entender el punto de vista de la otra persona y aceptar que no piense igual que nosotros. El amor no está en la calle, no hay que salir a buscarlo, está dentro de ti, es el fruto de lo que recibes cuando lo das.

Así que ya sabes, ama y da todo lo que puedas, que cuanto más ames y más des, más recibirás. Esto es una ley universal, no es una  opinión personal, cuanto más das más recibes, está demostrado.

Y ahora como cada semana, quiero desearte que tengas un magnífico fin de semana, salud y éxitos.


José María Gomaríz





Muchas gracias.

Un saludo.

viernes, 7 de febrero de 2014

El león y el ratón. Feliz fin de Semana.

Hola a todos y todas.

¿Es viernes? Feliz fin de semana. ¿Para ti es lunes? Feliz semana.

Desde hace casi dos años que empecé a escribir estos mail cada viernes, han sido algunos los viernes que por unos motivos u otros he escrito el mail mas tarde de lo deseado, quiero pedirte disculpas por esto, ya que mi intención es enviarlo el viernes a medio día, pero  hay veces que me resulta bastante difícil. Esto son las cosas del directo, quiero que cada viernes salga algo espontáneo, fresco, del momento, de ahí que algunos mail o artículos os lleguen un poco más tarde y que unos tengan más calidad que otros.

Cada semana os cuento una historia, fábula o reflexión y algunas veces coincide con mi estado de ánimo o con algo que me haya pasado durante la semana,  hoy os quiero contar una pequeña historia que podemos aplicarla a dos valores escasos en la sociedad actual, la humildad y la amistad.

Cuenta la historia que en la Sabana africana, hace muchos, muchos años, había un poderoso león llamado Leo, vivía, libre y salvaje. Una mañana, mientras dormía, Leo escuchó un leve ruido que le despertó.  Entreabrió los ojos y vislumbró a un ratón rascando la corteza del árbol bajo cuya sombra el león se cobijaba.  En un rápido movimiento, Leo apresó al ratón entre sus garras y se preparó para regalarse un matutino tentempié.
Sin embargo, el ratón viéndose muerto y devorado tuvo la ocurrencia de responder con calma y aplomo: ¡No me comáis, majestad, y os daré un gran servicio!
Leo, incrédulo, le contestó sorprendido: ¿Tú, pequeño e insignificante ratón, pretendes que no te coma porque vas a convertirte en mi servidor? ¿Y qué te crees que puedes hacer por mí que no esté a mi alcance?
El roedor, temeroso pero aparentando seguridad, respondió: Mucho podéis, mi señor.  Pero estoy convencido de que puedo resultaros de gran utilidad.
Leo estalló en una carcajada y, entre risa y risa, todavía con lágrimas en los ojos, le dijo al ratón mientras le soltaba de entre sus garras: Tu valor te ha salvado.  Eres un minúsculo e insignificante ratoncillo, nada tienes que ofrecerme, pero tu valor es el de una fiera y por ello bien mereces seguir viviendo.  No seré yo quien te coma.  Vete a casa, sigue viviendo, y en adelante no interrumpas el sueño de quienes son más grandes que tú.
Gracias, generoso y misericordioso señor por haberos apiadado de mi vida.  Desde hoy estoy en deuda con vos, y seré vuestro más fiel servidor hasta que pueda devolveros la gracia que habéis tenido conmigo fue la seria respuesta del roedor.
Te libero de tu deuda, nada me debes.  Yo ya he olvidado que te he perdonado la vida.
Como si de un minúsculo filósofo se tratara, el ratón respondió: Es propio de las almas grandes olvidar, al momento, los favores realizados y no pedir nada a cambio.  Pero es de almas aun mayores no olvidar jamás el favor recibido, y guardar en el corazón un eterno agradecimiento que se convierte en deuda de gratitud.  Seguiré vuestra orden y me iré a casa…  Pero hacedme llamar cuando me necesitéis, y yo acudiré a atender vuestro servicio al punto lo requiráis.
Así sea, dijo Leo, y los animales se despidieron como dos buenos amigos.
Pasaron los meses y, una tarde que el león andaba a la búsqueda de una presa, tuvo la mala fortuna de caer en una trampa preparada por cazadores y quedó enredado en medio de una red de cuerdas.  Por mucho que intentó liberarse con su renombrada fuerza, sus garras y sus dientes, todo fue en balde…  Estaba preso…  Desesperado, rugió con todas sus fuerzas para dejar salir de su interior la ira y la desolación que le embargaban.  Luego calló, esperando pacientemente su muerte.
El feroz rugido viajó por el espacio, llegando a lejanos rincones.  Uno de éstos fue un pequeño hueco, en el tronco de un árbol, en el que vivía una familia de ratones.  Uno de ellos, al oír el desgarrador grito, reconoció en él a Leo, el león que tiempo atrás le perdonó la vida.  Aunque ya anochecía y empezaba a refrescar, aunque se estaba mejor en casa que desplazándose en medio de la oscuridad, el roedor tenía una deuda de gratitud que no había olvidado y se puso inmediatamente en camino…  Buscando el origen de ese rugido desesperado que aun resonaba en su mente.
No fue fácil dar con él…  Al cabo de unas horas –era noche cerrada ya- el ratón encontró a su benefactor, inmóvil, como muerto, enredado en la trampa.  Nada dijo el roedor, no lo despertó.  Se acercó a la trampa y, buscando el lugar más adecuado para hacerlo, comenzó a mordisquear la cuerda con sus afilados incisivos.  Sus dientes, acostumbrados a roer, lograron aquello que los brutales caninos del león habían sido incapaces de hacer…  Cortar la cuerda.  Cuando el pequeño héroe se disponía a marcharse, tan en silencio como había llegado, una garra le sujetó por la cola: ¿Dónde te crees que vas? – le dijo el león en un susurro.

Me disponía a volver a mi hogar, Majestad, pues ya he cumplido aquí mi cometido- respondió el ratón.
¿No ibas a decirme que habías sido tú mi libertador? ¿No ibas a esperarte a recoger mi agradecimiento?  Si no llegas a despertarme –otra vez- con el leve ruido que haces al roer con tus poderosos dientes, nunca habría sabido que habías sido tú mi benefactor…  Y nunca te lo habría podido agradecer como es merecido.
El ratón, con dignidad y aplomo, respondió al león: Del mismo modo que vos, al liberarme en el pasado, no buscabais mi gratitud, tampoco yo he acudido hoy en vuestra ayuda para obtener de ello un beneficio.  Salvar a un alma grande como la vuestra, capaz de perdonar una insignificante vida como la mía, me ha traído hasta aquí…  Es bastante recompensa para mí el que ya no seáis preso.  No quería agradecimientos ni grandilocuentes promesas, no quería avergonzaos llevándoos a pensar que alguien como yo os ha liberado.  De ahí mi silenciosa marcha, de ahí mi intento de pasar desapercibido.

Leo, conmovido ante la finura espiritual de su interlocutor no pudo más que decir: Hay, en tu pequeño cuerpo, un corazón más grande que en el mío.  Bien está que te haya descubierto porque, gracias a ello, mucho he aprendido sobre la delicadeza y la bondad.  No quiero ya deudas de gratitud sino amistad, pues tus actos me han mostrado que mucho tengo que aprender de ti y que bien mereces también tú mi protección para que el mundo no se pierda todo lo que tienes para darle.  Te ruego que olvides mi presunción de otros tiempos y me aceptes como amigo, pues ha caído el velo de mis ojos y ya no veo la pequeñez de tu cuerpo sino la grandeza de tu alma.

Fin de la historia.

Moraleja: Nunca desprecies las promesas de los pequeños, cuando llegue el momento las cumplirán.

Esa historia nos demuestra de nuevo, que nadie es más que nadie, que la grandeza y el poder muchas veces nos sirven para sacarnos de situaciones complicadas, que la humildad engrandece y que la vanidad mengua a las personas y la amistad es un bien preciado y escaso, cuidemos el tesoro que tenemos.

Y ahora como cada semana, feliz fin de semana, salud y éxitos.

José María Gomaríz


Muchas gracias.

Un saludo.

viernes, 31 de enero de 2014

Y tú, qué quieres ser? Feliz fin de semana.

Buenas tardes a tod@s, último viernes de enero, ¿recordáis el mail de "El Chasquido" de hace 3 semanas? parece que fue ayer cuando estábamos en Navidad y ya hemos consumido el primer mes de 2014.

¿Que tal van los propósitos? ¿Estamos cumpliendo nuestras metas?, ¿Seguimos progresando y mejorando?, ¿Estamos siendo sinceros con nosotros mismos y seguimos nuestro plan de acción? Os pregunto todo esto, por que si no, se quedará tan solo en pura palabrería.

La motivación tiene que ser constante y nunca podemos bajar la guardia, por que las piedras en el camino siempre van a existir y no podemos evitarlo, me gustaría  dejaros hoy una bonita fábula sobre actitud, contando  la historia de una niña y me gustaría con vuestro permiso, dedicársela a mi hija Sara. 

Cuenta la historia que, una hija se quejaba continuamente a su padre de lo difícil que le resultaban las cosas. Estaba cansada de que hiciera lo que hiciera, siempre terminaba saliendo algo malo  con algún problema, era como si tuviera un imán para atraerlos y en cuanto solucionaba uno, otro aparecía.

Su padre, después de escucharla atentamente, le pidió que la acompañara a la cocina de su restaurante  y una vez allí le pidió que cogiera unos granos de café, unos huevos y unas zanahorias. Mientras, él llenó 3 ollas de agua, las coloco en el fuego y puso el agua a hervir, pidió a su hija que metiera en cada olla uno de los ingredientes que le había pedido y ésta así lo hizo, colocó las zanahorias en una olla, los huevos en otra y los granos de café en la última.
El padre permaneció callado, la hija expectante y curiosa también permaneció callada, pero no dejaba de preguntarse qué estaría haciendo su padre. A los 20 minutos el padre apagó las tres ollas, sacó las zanahorias y las puso en un plato, sacó los huevos y los puso en otro plato y  el café lo coló y lo dejo en otro recipiente.

Entonces le dijo a su hija, ¿Ves? Zanahorias, huevos y café. Acércate y toca las zanahorias- Pidió el padre a la hija. Ella hizo lo que le pidió su padre y notó que las zanahorias estaban blandas. Luego le pidió que cogiera un huevo y lo rompiera, después de quitarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro y por último le pidió que probara con el café, ella obediente hizo lo que su padre le pidió y mientras olía el rico aroma del café le pregunto...-Padre ¿qué significa esto?, ¿Qué me quieres enseñar? Él le explicó que los tres ingredientes se habían enfrentado a la misma adversidad (agua hirviendo), pero no todos habían reaccionado de la misma manera. -Mira hija, la zanahoria llegó al agua fuerte y dura, pero después de pasar unos minutos en el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su fina cáscara protegía su aún más débil interior, prácticamente líquido, pero después de 20 minutos, su interior se había endurecido, sin embargo los granos de café eran únicos, después de estar en agua hirviendo, habían aumentado su aroma y habían cambiado al agua. ¿Cuál eres tú? Le preguntó a la hija. -Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?, ¿Eres una zanahoria, que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?, ¿Eres un huevo, que tiene un tierno corazón y un espíritu fluido, pero después de un problema o situación dolorosa te has vuelto duro y rígido?, ¿por fuera te ves igual, pero por dentro te has vuelto áspero y con el corazón endurecido?, ¿O eres como un grano de café?, el café con su actitud (positiva) cambia el agua hirviendo (el elemento que le causa dolor) hasta tal punto, que en su máxima ebullición es cuando alcanza su mejor sabor.
Si eres como el grano de café, afrontarás los problemas y adversidades con una actitud positiva y cuando las cosas se ponen peor aún, mejor reaccionarás para hacer que las cosas cambien a tu alrededor.

Fin de la historia.

No se que te parece a tí, pero seguro que conoces a muchas zanahorias, muchos huevos y otros tantos granos de café, la cuestión es ¿Que quieres ser tú?

Ahí os dejo la reflexión para este fin de semana, es tiempo de cambios, de adversidades, de tiempos difíciles, pero es tiempo de oportunidades, lucha por tus sueños y por conseguirlos.

Y ahora como siempre, feliz fin de semana, salud y éxitos.

José María Gomaríz 

Muchas gracias.

Un saludo.